A veces el pasado produce erecciones intensas
- Fco. Oms
- 1 jun 2015
- 3 Min. de lectura
La peor manera de conseguir el amor de una mujer es, de lejos, convencerla para tener sexo anal usando como lubricante mantequilla baja en grasa.
Y la mejor manera de que jamás se olvide de ti da la casualidad de que es la misma.
─¿Pero no habías dicho de que te gustaba mucho?, ¿que ya lo habías probado?
─¡No! ─las lágrimas escapaban de sus ojos a la misma velocidad que la sangre lo hacía de las fisuras que le habían provocado en el ano los 20 centímetros de pene de él. ─, ¡lo que te he dicho es que no se te ocurriera hacerlo!
─¿De veras? Pues no sé porque te he entendido otra cosa. ─y así era, porque había ignorado todo lo que ella habían dicho desde el mismo momento en que la había desnudado, aprovechando que las setas le habían empezado a convertir en una ameba con tetas de la talla 95.
Lo cierto es que violar a chicas de 13 años mientras estaban drogadas no era algo que solía hacer muy a menudo, sobre todo porque su horario laboral a veces se lo impedía, pero en aquella ocasión el disfrute había sido mayúsculo, pues la elegida le recordaba mucho a su difunta hija, aquella que sufrió una combustión espontanea en su fiesta de cumpleaños. Al menos había logrado apagar las 25 velas antes de convertirse en una antorcha andante, la cual abrazo al payaso que habían contratado y que bailaba en su silla de ruedas antes de desmayarse y acabar sirviendo como hoguera para calentar salchichas picantes. Aquella fue la mejor parte de la fiesta.
─Pues no me gusta... y ahora que lo pienso, ¿por qué me estas follando?
─La respuesta es muy curiosa... ─y le metió en el gaznate un nuevo puñado de setas, que tuvo que tragar para poder seguir respirando.
Pasadas 2 horas y unas 10 posturas distintas que no suelen recomendar los masajistas, Rodrigo acabo cansándose de ella y empezó a descuartizarla. Era la parte más excitante de esa afición que había empezado a crecer en su corazón desde el momento en que había visto por primera vez La Escopeta Nacional. No sabía explicar porque, pero fue verla por primera vez y entrarle unas ganas muy locas de empezar a matar a todo el que se atreviera a mirarle directamente a los ojos. Lo de violar era un añadido, algo que hacer antes de empezar a cortarle los brazos y las piernas a alguien, además, ya había probado hacerlo después de matarles y eso, claro, le hacía ahorrarse un dineral el vaselina o sucedáneos porque la espesura de la sangre ya era suficiente, pero se perdía la respuesta a la hora de besar y el calor que le rodeaba la polla cada vez que los penetraba.
─Perdona... ¿qué estás haciendo ahora?
Ella observaba con sorpresa como Rodrigo le serraba la pierna derecha.
¡Joder!, pensó él, ya se me ha olvidado matar antes de empezar a serrar. Pero con un diestro golpe de serrucho en la frente puso solución a su descuido.
Le quedaba una larga noche por delante, y tenía que madrugar para ir a visitar a su madre a la cárcel de mujeres discapacitadas. Habían quedado en que la ayudaría a escaparse y pasarse todas la noche de fiesta después de secuestrar a su padre, que estaba en coma en un asilo cerca de la zona pija de la ciudad.
Tenía que darse prisa.

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